"¿Un
concierto de rock en un Hotel?", pregunté a Julia y ella respondió: “claro, es
algo íntimo, sólo para amigos y conocidos de Sergio, el baterista con el que
estoy saliendo, lo recuerdas te lo presenté la semana pasada". Como iba a
olvidarlo 1.80 cm., cuerpo torneado y con un bronceado espectacular. Respondí al
instante: “Por supuesto que me acuerdo Julia, te acompaño”.
Abordamos
un taxi rumbo al Centro de Lima, en cada semáforo el sonido del claxon
multiplicado por veinte vehículos y los vendedores ambulantes tocando las
lunas del auto interrumpían la amena conversación, Julia estaba próxima a retornar a Francia, su país de origen, luego de que no renovaran
su contrato laboral.
¡Deténgase!
Gritó Julia. "Estas segura", le pregunté, y ella asintió con la
cabeza. Un letrero minúsculo decía “CASABLANCA” era una casona antigua pero bien conservada, mientras admiraba esa bella edificación me
preguntaba cómo podían haberla convertido en un Hotel. “Esta casona es parte de
la herencia del amigo de Sergio, es un Hotel sólo para amigos y
ocasionalmente hacen tocadas como hoy” dijo Julia.
Ingresamos
por un largo corredor y se escuchaba de fondo una canción de OASIS “Don´t look
back in anger”, habían apenas cuatro pequeñas mesas y ya estaban ocupadas,
cuatro sofás, un bar y un pequeño espacio que hacía de improvisado escenario
donde ya estaban colocados los instrumentos musicales y no faltaba mucho para
que los integrantes de la banda de Sergio hicieran su aparición.
Nos
sentamos en uno de los sofás y pedimos unos tragos, enseguida nos lo
trajeron y cuando estaba por tomar el primer sorbo de mi "Martini",
ingresó al ambiente un hombre realmente guapo, tenía el cabello ligeramente
crecido pero bien cuidado, la piel de su rostro tan tersa destacaba gracias a
la iluminación del local, ¿es tan alto, será modelo? me pregunté, tenía un aire
mediterráneo que le daba un toque de distinción.
Entonces
aparecen los músicos a escena, sinceramente me importaba poco ese cuarteto de
inútiles, lo siento por Julia pero la banda de Sergio era una desgracia, pero la noche prometía y no me equivoqué, a la tercera canción se
acercaron dos hombres a nosotras, uno de ellos, el que sin duda era el hombre
más guapo que había visto en mi vida, el otro era su acompañante, recién me
percataba que habían entrado juntos al Hotel, “podemos acompañarlas” dijo este
joven de rasgos étnicos marcadamente peruanos, que para los gustos de Julia era
perfecto.
Se
presentó como Bruno Manccinari y su acento italiano hizo que mis
rodillas tiemblen de emoción, ambos retornaban de Texas, donde siguieron
un MBA en Negocios Internacionales, estaban de vacaciones y Bruno decidió
acompañar a su amigo a conocer las tierras del Inca de las que tanto le habían hablado.
No pasaron ni diez minutos y la conversación se daba por parejas, Julia parecía
disfrutarlo y yo no puedo decir lo contrario.
Hablamos
de tantos temas, era un hombre verdaderamente culto y de mundo, me sentía tan a
gusto a su lado, a pesar de no compartir los mismos orígenes no parecía haber diferencias entre nosotros,
teníamos gustos muy parecidos y las mismas ganas de disfrutar de la vida a
plenitud. Me dijo que sólo estaría en Perú hasta el ocho de enero, lamenté escuchar eso pero era obvio, él tenía su vida hecha en otro continente y
sin duda no cambiaría eso.
Bueno,
si sólo teníamos un par de semanas había que apurarse, me tomó de la mano y con
el pretexto de tomar algo de aire fresco fuimos a caminar, enseguida estaba en
la parte trasera de la casona donde había un jardín precioso, la fragancia de
las rosas se impregnaron en nuestros cuerpos y el momento fue perfecto para
darnos el beso más largo y apasionado que recuerdo hasta el momento, sus labios me
transportaron a otro momento que deseaba olvidar, pero tiernamente Bruno
logró hacer diferencia y mientras sus brazos me rodeaban con fuerza supe que
por ese hombre haría una locura.
Caminábamos
en la penumbra y al mismo tiempo nos íbamos besando, era de esperarse que nos
tropezáramos con algo, pero luego de una sonrisa cómplice nos entregábamos a
las ganas y seguíamos haciéndolo, hasta que subimos por las escaleras que daban
a las habitaciones, lo detuve en ese momento, le dije: "Bruno debemos avisar a
alguien no podemos entrar así", puso su boca sobre la mía
para que no siguiera hablando, mientras con su mano abría la puerta de la
habitación, estaba sin seguro, entramos y únicamente tenía puesta la alfombra.
El
relajado Bruno se sentó acomodó sobre la alfombra y me dio la mano
para hacer lo propio, eso no encajaba en mi definición de comodidad, pero me dejé llevar por el momento, al instante estábamos
acariciándonos y diciéndonos las típicas frases que se dicen en ese tipo de
situaciones, hasta que sonó mi celular, ni siquiera debí haberlo revisado, era
un mensaje de mi ex-novio, lo leí y no podía ser más decepcionante, total ya
debería estar acostumbrada a tanta idiotez.
Me levanté y le pedí que saliéramos de ahí, para mi sorpresa me siguió,
pero mientras caminábamos por el pasillo iba probando las manijas de las habitaciones
y encontró una sin seguro, dio un vistazo rápido
al lugar, salió, me tomó del brazo y entramos juntos a la habitación, estaba
mucho mejor que la anterior sin duda, él se sentó a probar la cama y con el
control de calidad respectivo me invitó a ir a su lado.
Y
pasaron las horas, no hace falta mencionar los detalles para describir lo
complacida que resulté de aquella experiencia, mi amante italiano era un hombre
en todo el sentido de la palabra, al salir de la habitación eran casi las cinco
de la mañana y sonó mi celular, era Julia que mortificada me preguntaba dónde
estaba, la tranquilicé y le pedí que se fuera a su casa porque Bruno me
llevaría a la mía, ella comprendió el mensaje y se despidió diciéndome que nos
veríamos pronto por las Europas, le respondí muy cauta "ya
veremos Julia".
Nos vimos casi a diario y aunque estaba próxima la fecha en que dejaría el país, no me importó. Bruno y yo fuimos sinceros desde el principio, tenemos las cosas muy claras, hemos sido responsables al no involucrar sentimientos más intensos y cuando llegó el momento lo despedí con un beso sabor a nostalgia y le dije simplemente ADIÓS.
Nos vimos casi a diario y aunque estaba próxima la fecha en que dejaría el país, no me importó. Bruno y yo fuimos sinceros desde el principio, tenemos las cosas muy claras, hemos sido responsables al no involucrar sentimientos más intensos y cuando llegó el momento lo despedí con un beso sabor a nostalgia y le dije simplemente ADIÓS.